lunes, 28 de diciembre de 2009

Segundo Coloquio Peruano de Fotografía, Mesa Fotografía y Educación. Antonio Ramos

La ponencia de Antonio Ramos surge de una pregunta capital que quizá pueda parecer ociosa para mi generación, ¿es posible enseñar a ver?

Más allá de la maquinaria educativa, que ha explotado y profesionalizado hasta el último de los oficios, el consenso es que la fotografía ha sido digna de ingresar al ámbito universitario pues se sostiene dentro de éste, no debido a sus particularidades técnicas -las que se han ido modificando vertiginosamente gracias al arrebato digital- sino debido a su fundamento conceptual. Es sobre este elemento que Ramos elabora todo su discurso y alrededor del cual establece la pertinencia de la fotografía como una profesión/arte y, directamente relacionado a ello, una metodología de enseñanza de la fotografía.

Quizá la ponencia anterior, la de Roberto Huarcaya, con todo el recuento de la experiencia Gaudí-Centro de la Fotografía-Centro de la Imagen, sirvió a manera de antecedente cronológico de cómo este grupo de educadores fueron llegando a lo que hoy es un lugar común, que sí es posible enseñar a ver, como dice Ramos, que "se puede educar la vista para que nos permita construir imágenes que tengan significado para otros", y con ello también nos dice que aprender a ver es el equivalente de aprender a producir imágenes, que se trata de un fenómeno en simultáneo para el aspirante a fotógrafo, quien, sobre la base de sus aptitudes innatas, puede desarrollar la experticia en el manejo de sus referentes culturales, sociales, privados e históricos para traducir su intención y la realidad de la que dispone en un corpus visual contundente. Esto se reafirma cuando sostiene que "en realidad una imagen no dice nada, se trata de nada, es nuestra experiencia social y cultural la que imprime y carga de significado esta superficie".

Es por eso que el aprendizaje técnico no significa aprender a ver, Ramos sostiene que los tecnicismos, al servicio de nuestros objetivos, "los aprendemos muy rápidamente". Controles de velocidad y obturación, filtros, retoque digital, manejo de la luz, temperatura y tonos, son una vasta gama de opciones disponibles para la transmisión de lo más importante: el concepto, que entendido como tal tiene su origen en el devenir natural del esteticismo fotográfico de mediados del siglo XX y de los diversos fenómenos sociales que determinaron el discurso pre fotográfico (en la ponencia se menciona el activismo cultural, las formas y relaciones de poder, el debate político, el arte de las minorías, la guerra por los derechos civiles y las nuevas y voraces tecnologías de la comunicación).

Para él, eso es lo más difícil de enseñar a sus alumnos, "que lo que fotografiamos es ficción y que la realidad tiene poca importancia" (una sentencia que me sabe exagerada, quizá apadrinada por la tendencia contemporánea que utiliza a la fotografía de autor como bote salvavidas frente a la agonía e insipidez de los géneros fotográficos). Se trata entonces de entender lo que queremos decir y cómo queremos hacerlo, un proceso que Ramos identifica y que yo separo en tres etapas:

1. Tener la necesidad de decir algo, el origen de la expresión, el impulso de creación, de manifestarse, porque finalmente "la imagen fotográfica es un pretexto para comentar el mundo".

2. El desarrollo del concepto, que nos va a permitir que la fotografía ejerza el efecto deseado.

3. El uso de los artilugios técnicos, no necesariamente en último orden.

Finalmente, sostiene, contra lo que muchos creen, que la relación entre lo pictórico y la fotográfico se ha fortalecido, que no existe la subversión de la fotografía y que ello es ideal pues lo estético "le da profundidad y espacio para la discusión". En suma, el concepto lo es todo, le da validez a una obra, le otorga las credenciales necesarias para entablar una conversación horizontal en el ámbito más intelectual y es por eso que, desde el punto de vista formativo, su entendimiento por parte del alumno es vital.


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