miércoles, 27 de enero de 2010

Segundo Coloquio Peruano de Fotografía, Mesa Fotografía y Educación. Jorge Deustua

¿Por qué los asistentes a la ponencia de Jorge Deustua tienen opiniones tan diferentes sobre el valor de su contenido? Quizá la respuesta la dio el mismo Jorge cuando dijo que "en el Perú estamos acostumbrados a decir las cosas a medias, por lo bajo". Y es que, desde mi punto de vista, lo dicho por él destapó algunos prejuicios vergonzosos que el gremio fotográfico se empeña en perpetuar.

Si nos situamos en perspectiva y atravesamos con una misma medida las tres intervenciones (Huarcaya, Ramos y Deustua), la última fue la más crítica y contemporánea, amén de no atosigarnos con el autobombo. Planteó además tres puntos que, desde mi parecer, son fundamentales para el fortalecimiento (¿origen?) de una fotografía peruana actual con características propias (claro, si es que aun estamos interesados en hablar de fotografía peruana, dado que el espíritu de los tiempos sopla del lado de la fotografía de autor).

Si bien no se mencionan de forma esquemática, Deustua nos habla de tres problemas: Eurocentrismo, estancamiento generacional y falta de identidad, situaciones que se han fortalecido por los errores y las falencias de la educación y la gestión cultural.

La ponencia nos presenta una vasta cantidad de preguntas que deben interpretarse de manera constructiva: ¿Por qué necesitamos validar nuestros portafolios en España o Francia?, ¿por qué los alumnos quieren estudiar fotografía en Europa? Quizá porque los referentes en las clases universitarias y en los institutos catapultan el ámbito europeo como el ideal, por encima de los referentes peruanos, debilitando la formación de una identidad nacional. Para Deustua no tiene sentido esa ambición alienante cuando existe un legado importante en nuestro país, uno de los primeros lugares en Sudamérica a donde llegó la fotografía.

En otro momento, a pesar de reconocer el importante trabajo en gestión del Centro de la Imagen, y en relación directa a la lista de egresados que recitó Huarcaya, se pregunta ¿por qué entonces no están esas personas jóvenes hablando en este Coloquio?, ¿por qué hablan los mismos? Quizá la enseñanza de la fotografía y el interés producido en los alumnos solo apunta a satisfacer variables de status y moda, más no el del alumno que quiere aprender a fotografiar para poder expresarse y encontrar una voz. Ese mal camino lo lleva a preguntarse si existe realmente una fotografía peruana, tal como se planteó en el Primer Coloquio.

Las conclusiones de Deustua, que no son literales, sino sugeridas, nos dejan con un mensaje de búsqueda de nuestra propia dignidad y respeto como peruanos y fotógrafos. Un jalón de orejas muy a su estilo que debió guiar la discusión del coloquio hacia el verdadero problema que nos afecta. Y es que la cojera histórica de nuestra idiosincrasia ha sido siempre el conformismo por gustar hacia fuera antes que a nosotros mismos, el tapar nuestros prejuicios y no enfrentarlos, ahogando las posibilidades de superación, embelesándonos con el bienestar económico y conformándonos siempre con las palabras bonitas que el ámbito europeo y norteamericano tienen para los fotógrafos que juegan con sus reglas, sazonando su trabajo con el mágico realismo que tanto les gusta cruzando el charco.

¿Pero qué propuestas puso sobre la mesa? un trabajo más serio en las universidades, una toma de conciencia del valor de la fotografía a nivel educativo y profesional para empoderar al estudiante como un creador y que se empiece a rescatar y trabajar en los archivos como lo hace la Universidad Católica con TAFOS y el legado de Daniel Pajuelo.

Finalmente, a manera de conciliación, Deustua devolvió el comentario de Huarcaya sobre el Consejo Peruano reconociendo que sí, cada quien tiene intereses personales, pero que de repente se podía encontrar uno en común que nos permitiera avanzar a todos.

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