El texto de Hernández nos ofrece una introducción al concepto de la fotografía y a sus posibilidades dentro de
También asume que el fotógrafo se orienta hacia los aspectos estéticos, humanos, de información y de comunicación. Pero para ello tiene que entender que hay diferentes fotógrafos, que no todos se ubican en una pirámide, ni mucho menos de manera horizontal. La relación de los fotógrafos es transversal y sincrónica, ya que hablamos de un gremio que ni siquiera ha establecido su práctica más pura.
Inclusive se equivoca cuando afirma que la fotografía requiere de un conocimiento técnico o del lenguaje fotográfico. Quizá la decodificación de una imagen, el análisis crítico, requieran de esos conocimientos y aplicaciones pero la toma de una fotografía no exige nada excepto nuestra inclusión social en algún sistema determinado, pues su práctica está fundamentada en la vista. Cita a Fontcuberta tratando de alcanzar un asidero que manifieste la cualidad analógica de la imagen pero debería definir primero de qué tipo de fotografía está tratando. La fotografía de libre expresión puede ser igual de transgresora e interpretativa con la realidad percibida como lo es la pintura o la escultura e inclusive, si tomamos en cuenta su referente absoluto en la mimesis de la luz, podríamos decir que sería la más hipócrita de todas, pues nos muestra una representación fidedigna y física de la realidad pero nos la ofrece rebalsando de subjetividad.
Por otro lado, citar a Roland Barthes para establecer axiomas, en este caso en particular, puede llegar a ser un arma de doble filo, teniendo en cuenta las contradicciones del pensador francés en su libro
A continuación el autor nos plantea lo que va a ser la principal preocupación de este acápite, entender qué es lo que fotografía el antropólogo. Para ello asume primero que la mirada del fotógrafo es la búsqueda de lo otro, de lo distinto, una generalización que encuentro notoriamente errada tomando en cuenta las diversas aplicaciones de la fotografía, de las motivaciones de los fotógrafos y de la categorización de uno u otro. El error de Hernández es inevitable, en tanto no se define nunca de qué tipo de fotografía nos habla cuando se refiere a ésta en un aspecto general.
Fuera de esta breve e insuficiente introducción conceptual sobre la imagen fotográfica, el texto se dedica a los aspectos relacionados al trabajo de campo de la antropología visual, cómo es que el investigador define su informe a través de la manera en la que utiliza la fotografía. En ese sentido menciona a la fotografía antropológica como género de la fotografía y también como una práctica dentro de la antropología. Distingue ambas como si se trataran de un estilo de fotografiar y de una herramienta. Valdría esclarecer que los géneros en fotografía no pueden describirse únicamente desde una perspectiva, sino a través de las variables de metodología/intención, medio de publicación/espacio y público/interpretación. Lo importante de este momento es que Hernández reconoce que la imagen fotográfica va a permitir sintetizar rasgos culturales y por ello su pertinencia a las ciencias sociales. Se trata de una herramienta más universal, (pero igual de abstracta que el lenguaje) que se puede utilizar con una lógica explicativa y de acuerdo a secuencias unidas de manera sintagmática para la sistematización de un proceso social determinado. A partir de esta afirmación concluye con la diferencia entre dato y registro.
El texto termina con los alcances éticos de la fotografía dentro del quehacer etnográfico, aspectos muy similares a los del periodismo y subjetivos en tanto debe considerar la legislación de donde se hace y de dónde se proviene.
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