En un período como el que vivimos, en el que el espacio se diluye y el tiempo pasa más rápido, donde los bancos de imágenes incrementan sus colecciones de manera exponencial y en donde el grueso de la producción fotográfica mundial está destinada al Facebook y al MySpace, un proyecto como el de Lima Foto Libre parece un barco pirata destinado a naufragar. Sin embargo, la originalidad de sus medios, la desfachatez de sus pretensiones y la sencillez de sus objetivos lo convierten en una de las experiencias que, según mi parecer, considero más valiosas en el escenario local.
Bruno Guerra, uno de sus miembros, fue el encargado de presentar en sociedad a este colectivo. Si bien la charla no estuvo articulada de manera dinámica y de acuerdo a los requerimientos que podría exigirse de una actividad académica como un coloquio, a través de su ponencia podemos identificar aquellos elementos que destacan por su originalidad y que me permiten sostener la empatía que siento por su trabajo.
De acuerdo a Guerra, Lima Foto Libre se inicia casi de manera casual en el 2006 con cuatro miembros, Paul Olórtiga, Carlos Díaz, Tony Vidal y él. Todos interesados en la fotografía y con metas a corto plazo: empezar a producir y empezar a exponer. Es así que su primera experiencia la obtienen con una muestra muy espontánea en las Galerías Brasil, de donde casi son desalojados por los propios vendedores. Supongo que este hecho marca la tendencia del grupo y define también la personalidad de sus miembros, un conjunto de personas sin complejos para los que toda la ciudad puede ser una galería. Así lo demuestran sus exposiciones en el Centro Cultural El Averno de Quilca y en los bares frente a la PUCP.
Los Lima-foto-libres son unos adictos a mirar, todo pasa por sus lentes y nada es lo suficientemente pequeño o intrascendente. Y esa es su mayor hazaña, la construcción de un imaginario que puede pasar desapercibido y del que luego no quedan más que testimonios orales -ahí el ejemplo de los timones a la derecha- un archivo que contiene la idiosincrasia de cuatro jóvenes, un ejercicio etnográfico desde nosotros mismos y abanderado por ellos. Sin influencias externas, sin comisiones encargadas, las fotografías que se forman con ellos son de una honestidad superlativa en relación con otros colectivos y con la prensa en general.
Donde no estoy de acuerdo con Guerra es en lo referente al lenguaje del colectivo. Como colectivo no tienen ningún lenguaje, quizá son más antropólogos que productores de imágenes, algunos más que otros, pero lenguaje en común no hay, ni siquiera cuando dice que intentan incorporar el humor como una constante de la producción.
Punto aparte para sus experimentos visuales que pueden ser vistos también en la web del colectivo: http://www.limafotolibre.com/. Guerra lo menciona: "Somos contemporáneos, no negamos las herramientas digitales, nos parece mucho mejor utilizar lo que esta a la mano y es gratis". Creo que hay que tener mucha atención con ello, en esta apropiación de la web por las actividades de la representación. Ya lo hace José Aburto hace varios años con sus poemas interactivos. Ahora Lima Foto Libre incursiona, con esa frescura natural, en el escenario de las expresiones mixtas.
Primero con stickers, luego con libros de bolsillo y exposiciones en la calle. Ahora con experiencias digitales, LFL tiene el descaro de los buenos jugadores, un clásico inmediato.
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